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JUGUETES ÓPTICOS

JUGUETES ÓPTICOS

JUGUETES ÓPTICOS. Desde que, en 1676 el físico y matemático inglés Isaac Newton presentó sus trabajos sobre la síntesis aditiva del color y la persistencia retiniana, ambos fenómenos se convirtieron en motivo de inspiración para el diseño de ingenios ópticos.

JUGUETES ÓPTICOS

JUGUETES ÓPTICOS. Desde que, en 1676 el físico y matemático inglés Isaac Newton presentó sus trabajos sobre la síntesis aditiva del color y la persistencia retiniana, ambos fenómenos se convirtieron en motivo de inspiración para el diseño de ingenios ópticos.

En función del primero de esos principios, se construyeron, tanto en forma de juguetes ópticos, como para uso de demostraciones académicas y experimentales, peonzas y ruedas giratorias de discos intercambiables que al rotar producían las más variadas mezclas de color. Así vieron la luz el disco de Newton, que al girar rápidamente conseguía el color blanco a partir de la adición de los colores dispuestos en su cara visible.

EL TAUMATROPO

Uno de los juguetes ópticos  preferidos y más representativos del siglo XIX es el taumatropo, cuya invención ha sido atribuida a Jhon Ayrton Paris, en 1825.

El taumatropo consistía en un disco de cartón con una imagen diferente en cada una de sus caras, que, cuando rotaba con rapidez mediante unas cuerdecitas, hilos, o gomas, producía la visión superpuesta de las dos imágenes. La singularidad del taumatropo residía en que no trataba de crear la ilusión del movimiento a partir de los elementos estáticos, sino precisamente lo contrario: lograba producir la impresión de algo estático a partir de elementos dinámicos.

EL FENAQUISTISCOPIO.

Quienes si pretendieron obtener la ilusión del movimiento partiendo de una serie de dibujos fueron Joseph Plateau y Simon Stampfer, cuando diseñaron simultáneamente, en 1832, el fenaquistiscopio y el estereoscopio, basándose ambos en los experimentos llevados a cabo por Michael Faraday sobre el fenómeno de la persistencia retiniana.

Esta cualidad, atribuida a la percepción visual, hace referencia a la propiedad que tiene la retina, por la cual, al recibir y transmitir al cerebro, a través del nervio óptico, información sobre los cambios de luminosidad, segrega una sustancia que se descompone en función de los mismos y se regenera casi simultáneamente.

Es precisamente ese pequeño intervalo de tiempo, alrededor de un doceavo de segundo, el que provoca una brevísima ruptura de la visión, haciendo posible que unas imágenes fijas que representan ligeras variaciones de un movimiento, al desfilar a un ritmo superior a doce por segundo frente al ojo humano, se perciban sin interrupción.

Al corriente de estos experimentos e interesado por el cálculo de los tiempos de persistencia de las imágenes en la retina, Joseph Plateau diseño un primer modelo de fenaquistiscopio, que constaba de un solo disco de cartón de unos 25 cm de diámetro, dividido en dieciséis partes iguales, en cuyo segmento periférico tenía cada una de ellas una rendija y un dibujo, correspondiente a una fase de una acción.

Un eje central hacía girar el disco, y se observaba reflejado en un espejo a través de las hendiduras; al girar el disco, el conjunto parecía inmóvil, pero la figura ejecutaba pausadamente el movimiento en cuestión.

EL ZOÓTROPO

Por su parte, el matemático inglés William George Horner  construyó en 1834 el daedaleum, un nuevo ingenio para la recreación del movimiento que disponía su secuencia de imágenes sobre un soporte longitudinal. Conocido también como rueda del diablo, rueda de la vida, tambor mágico y, sobre todo, zoótropo, debido a que la mayor parte de los dibujos que empleaba representaban movimientos de animales.

Se componía de un cilindro hueco con rendijas verticales en su parte superior y en cuyo interior se colocaba una banda con dibujos, situados a la misma distancia entre ellos que la que existía entre las rendijas del cilindro, Ese soporte se instalaba de manera que los dibujos quedaran entre las hendiduras, con lo que, al girar el cilindro y mirar a través de sus rendijas, cada uno de aquellos se percibía durante una pequeña fracción de tiempo por la rendija diametralmente opuesta.

El zoótropo no ofrecía ninguna innovación técnica con respecto al mecanismo de Plateau, ya que volvía a mostrar repetidamente la ilusión del movimiento de una acción, pero tenía la ventaja de ser más manejable y permitía que lo contemplaran a la vez varios espectadores, , situados alrededor de su perímetro.

Como en el fenaquistiscopio, conoció también múltiples modalidades y variaciones en el número de ranuras y dibujos impresos en sus bandas; incluso llegó a haber tambores en miniatura con solamente cuatro imágenes dispuestas en cruz, en los que se perdía la sensación de fluidez del movimiento, al introducir entre cada fase grandes elipsis en la acción,

EL PRAXINOSCOPIO

Años más tarde, el francés Emile Reynaud introdujo en el zoótropo una serie de modificaciones, hasta sustituir las rendijas, por la comodidad de un pequeño prisma recto, cuyas doce caras fueran espejos y que habría de situarse en el centro del aparato, en torno al eje de rotación.

Como cada espejo reflejaba un dibujo, el espectador que miraba por encima del borde del cilindro veía moverse una sola figura completa, la situada exactamente frente a él, que se reflejaba en el espejo correspondiente.

Reynaud dio a su invento el nombre de praxinoscopio, lo presentó en 1877 en la Academia de Ciencias de Francia y lo comercializó inmediatamente como “un juguete de óptica que produce la ilusión del movimiento”. Basado en una nueva combinación de la óptica, el praxinoscopio anima los dibujos sin que pierdan su delicadeza y sus colores. El praxinoscopio será el primero de los mecanismos cilíndricos que exploten el principio de animación por reflejo de varias imágenes en otros tantos espejos prismáticos, conjugando procedimientos utilizados anteriormente por la anamorfosis y el zoótropo. De este último tomará, además, la banda de papel impresa que sirve de soporte, compuesto en el praxinoscopio por doce dibujos sobre fondo claro, y la inspiración de sus motivos.

Extracto del libro “Artilugios para fascinar” Javier Frutos Esteban . Junta de Castilla y León.

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